Espejo con naranjas

Rómulo Mar ha escrito una poesía estupenda, tierna y juguetona, a veces. En los primeros versos se percibe un movimiento de tiempos, agua, viajes hacia adelante, evolución trascendente. Poco a poco, va cambiando el tono y se trueca en un ritmo lento: hay una pausa, un tiempo detenido en una banca. Aparece el reloj descompuesto, lentitud; todo detenido, todo en gran quietud que encierra inquietud.

En los poemas se percibe, a intervalos, juegos de la mente en que el autor se ve desde fuera, como desdoblándose en esos momentos entre vigilia y sueño, en donde se ve en un antes, lo que también constituye otredad.

Y es que escribir poesía es estar en otras fases de la vida, es separación de sí mismo para crearse consciencia sobre la propia individualidad. ¡Qué gusto leer los poemas tan cortos, tan tiernos, tan ciertos, de «Espejo con naranjas»!


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